Estoy esperándolo en cada atardecer, en cada mensaje, en cada parche donde até con su nombre todas la palabras que escribiste y negaste, que escribiste y leí, que leí traicionándome. Estoy rompiéndome sobre roto y ahorrándome un viaje al camello. Que prisa la nuestra de querer llorarlo todo de golpe y caricia. Que prisa la nuestra.