Cuando tus hombros cubren los míos, tu piel me presiona, y la mía pide a látex que la quieras. Cuando el ruido se convierte en verso, cuando el sexo se convierte en poesía. y acabo debiéndote mi cuerpo a gotas, a palmos.
Encontré el insomnio en olores de almohadas, en el recuerdo de las caricias de tus sábanas y el abrazo de un colchón hundido, y cuando me siento fría, fría y sola, el recuerdo me atrapa y acoge en el eco de un gemido. Porque ya no hay noche Si no es contigo.
El roce de dos pieles de visón desnudas, el te quiero entrecortado y el sudor sin gravedad. Me encuentro en el punto muerto de tu cuerpo intentando darte un beso. Encajada, aprovecho y deshielo el pulso de tu pecho. Aprieto el aliento de tus versos y anhelo el beso convexo que por defecto siento ajeno. Despiezo el sin medida, el límite y las barreras. Y es que; Ya nadie escribe como Bécquer, Ya nadie siente como Borges, Ya nadie habla como Garcilaso.