De los versos libres, que no se ajustan a las leyes que marcaron los grandes que ya cayeron, de ahí nace la rebeldía. La fidelidad, ella nace del soneto. Una promesa fija dos a dos que no se rompe. El pecado, no es más que una sinalefa. Se creó la diéresis como forma de castigo y la sinéresis como deber impuesto. El amor, que nace de la poesía, y esta nace del insomnio de los corazones rotos, de las tormentas de verdes núcleos y del fuego que enciende la rabia. Por eso siempre van de la mano, siendo asonantes porque ni siquiera ellos saben rimar con totalidad. De ahí nace la eternidad.