Son las mañanas de verano,
en las que el vuelo de los pájaros corta la brisa.
Son los bancos, fríos, y de hierro gastado
Y en una plaza nueva con años de historia nos sentamos a escuchar.
Las naranjas siguen verdes, como el uniforme de la mujer de enfrente.
Los escalones centrales parecen más altos, o solo cuestan más subirlos.
Ya no tengo el corazón roto, y fumo por vicio.
Las cervezas, ahora saben a agua, y los cafés a compañía.
Nada ha cambiado, pero todo es distinto.
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